El estilo de vida que promete la permacultura parece demasiado bueno para ser verdad. Una vida autosuficiente, en comunidad, en la que se produce en abundancia lo que se necesita y que además es posible para cualquiera, suena a utopía. Por eso, al descubrir ejemplos que realmente funcionan, parecen la respuesta a todas nuestras preguntas. No por nada, Geoff Lawton, principal promotor de este sistema de diseño, dice que todos los problemas del mundo se pueden arreglar en un jardín. Pero, a pesar de la imagen romántica que tenemos de esta vida, la permacultura todavía está lejos de hacer un cambio sustancial en el mundo.En parte, porque la gente no confía en que sea una alternativa real y critican la falta de datos concretos sobre su alcance. Si bien se han hecho estudios y existen pruebas de su efectividad, falta la difusión y respaldo necesarios para que se le dé la importancia que merece, pues a las compañías que pagan los estudios no les conviene que se pruebe la superioridad de un método de diseño natural. Además, la permacultura se resiste por naturaleza a ser estudiada bajo un acercamiento científico típico. Sus relaciones son tantas, sus aplicaciones tan variadas y su campo tan amplio, que es difícil que al separarla en elementos individuales para su estudio, encontremos respuestas universales a problemas que a veces son locales.
También se habla mucho sobre los problemas de su aplicación masiva, pues no todos tenemos los recursos para hacernos de una hectárea y ser autosuficientes, ni para pagar los siempre costosos PDCs (Certificado en Diseño de Permacultura). Muchos tienen familia que mantener y pasan ocho horas al día (o más) ocupándose de ello. Además, a pesar de que algunos caen en la trampa de creer lo contrario, diseñar un sistema permacultural que funcione con poco trabajo, requiere de recursos, muchas horas de planeación y de implementación. Con creatividad, ayuda y mano de obra propia se pueden reducir los costos muchísimo, pero cuando hay gente que depende de ti, dar el salto de fe se vuelve más complicado. Aún así, hay casos hasta en comunidades marginadas que demuestran que el cambio es posible.
Otro factor que impide a la gente aventarse a construir este estilo de vida son los prejuicios que existen alrededor. De fuera, parece que para hacerlo es requisito formar parte en ceremonias de peyote o por lo menos cultivar tu propia marihuana. A pesar de que es verdad que la permacultura atrae, en parte, al estereotipo del jipi, también es real que atrae a gente muy diversa. Por ejemplo, Stephen Brooks, un apasionado y excelente maestro de permacultura, ayudó en el diseñó de un huerto permacultural para Giselle Bundchen, quizás la imagen más antagónica del jipi. También, muchos confunden la búsqueda de una vida más sencilla con ser mediocre o huevón. Identifican el nivel de consumo con la calidad de vida y están seguros de que el amor por el dinero está impreso en el ADN de todos. Nada más alejado de la realidad y nada que demuestre más la efectividad del teatro que se nos ha montado.
Al mismo tiempo, la idea de que la permacultura es un regreso a la época de las cavernas también abunda entre quienes acostumbran a hacer atajos de pensamiento antes que hacer labor de investigación. Muchos están seguros que una vida así está peleada a muerte con cualquier invento más avanzado que la pala y el martillo. Imaginan, sin si quiera tomarse un segundo para pensar, que quienes estamos en esto somos una bola de retrógradas tecnofóbicos que queremos destruir sus preciados estilos de vida. En este tipo de casos, la ignorancia habla por si sola y no vale ni la pena intentar rebatir una acusación de este tipo, el simple hecho de que en gran parte el movimiento permacultor se esté expandiendo gracias al INTERNET, basta.
Entonces, queda claro que a la permacultura le falta mucho para convencer a mucha gente. Millones ni si quiera escucharán la palabra en toda su vida y varios se negarán a que sea un modelo válido para nuestra época. En un mundo donde todos tenemos la razón siempre es difícil llegar a acuerdos. Igual, al final no se trata de que todos renunciemos a nuestros trabajos y seamos permacultores, se trata de que por lo menos una cantidad cada vez mayor de economistas, médicos, políticos, abogados, etc… también le entren al cuidado de la tierra y de su gente, que diseñen desde sus especialidades lo que se necesita para que las sociedades realmente sean un ambiente constructivo en donde se busquen relaciones benéficas a largo plazo. Estoy convencido que la permacultura sienta las bases para diseños de vida más eficientes y me atrevo a decir que sin un apoyo más amplio de gente con diferentes profesiones, se quedará como algo que sólo disfrutan algunos y que poco logrará para ayudarnos a evolucionar hacia mejores estilos de vida.
Pero vamos bien, la permacultura sigue creciendo, se sigue diversificando y cada vez se ve más difusión. Incluso, es posible encontrar cursos completos en línea gratuitos, bajar libros, documentales y videos de hágalo usted mismo que pueden ayudar a quienes no tienen tiempo o recursos a adentrarse en este mundo. Cabe señalar que aún no es suficiente, este tipo de conocimiento debería enseñarse en todas las escuelas y muchas veces no se enseña ni en las carreras relacionadas con la agricultura, debería estar al alcance de cualquier bolsillo y su difusión ser masiva. Se le suele echar la culpa a compañías como Monsanto, a las transnacionales, políticos y banqueros, pero la responsabilidad cae en todos, incluso en los permacultores. Se gastan muchos recursos en señalar y perseguir lo que se hace mal y muy pocos en demostrar cómo se hace bien, se habla de las maravillas que promete pero todavía muy pocos se atreven a vivir de esta manera.
Seamos realistas, nos enfrentamos ante un acondicionamiento tan maquiavélico y a costumbres tan arraigadas que parece que no hay escapatoria. Ser vegetariano, manejar un híbrido y sermonear a nuestra familia y amigos poco ayuda a romper el velo, incluso esto último muchas veces sólo genera más rechazo hacia este tipo de movimientos. Empezar a creer y crear nuevos mundos demanda de toda nuestra capacidad, apertura y toda nuestras fuerzas. Estamos en medio de un mar de intereses de todo tipo que atacan directamente el desarrollo de sistemas como estos y mientras no demostremos en la práctica que una vida así es posible, conveniente y accesible para todos, no se nos tomará tan enserio.
Soñemos también, si algo nos enseña la permacultura es a ver el mundo con nuevos ojos, a fantasear con el futuro que podemos crear. Tarda tan poco en destruir lo que creías saber que pronto te encuentras llenando tu cerebro de nuevas y mejores visiones. Hagamos cada quien nuestra parte para desaprender las malas costumbres y pongámonos a trabajar primero en nuestras casas. No se trata de querer salvar el mundo, éste no necesita héroes y en unos cuantos años borraría cualquier huella de nuestra existencia. Se trata de hacerlo por nosotros mismos, de descubrir de lo que somos capaces, contagiarlo a los demás y aprovechar al máximo lo que nos fue dado, respetando la naturaleza, al ser humano y a las futuras generaciones.
“Todos juzgamos nuestro propio trabajo como modesto, pero es la totalidad de este trabajo modesto lo que es impresionante. Los grandes cambios ya están sucediendo. ¿Por qué no unirse en la creación de un mejor futuro?” Bill Mollison.
Por Javier de Cortina