Cuando se pesca en exceso y más de lo que necesitamos, se tienen efectos devastadores en los ecosistemas, afectando indirectamente a un gran número de especies, limita el alimento, pone en juego la biodiversidad, arrecifes, calidad del agua y plancton. A su vez, afecta al hombre, que es forzado y presionado a detener su pesca tradicional, por las grandes compañías pesqueras, empobreciendo las poblaciones y eliminando una fuente de alimento importante.

El problema de la sobre pesca se ve pocas veces con seriedad, son muchos los estragos y poco lo que se hace para combatir el problema. Muchos de los peces que tienen una gran demanda en el mercado, son el fondo de la cadena alimenticia, llamadas especies forrajeras. Un gran número de evidencia científica, señala que los niveles de ejemplares disminuyen día con día, al ser la base del ecosistema marino, si estas desaparecen, peces y mamíferos de mayor tamaño se irán con ellas.

Históricamente, el ser humano se ha alimentado de proteína animal, pero a mediados de este siglo, esta demanda ha subido a niveles que son imposibles de sostener, con los métodos actuales.

La mayoría de los bancos de peces se mueven de los trópicos a los polos, estos forman enormes masas de peces para su protección, sin embargo, los hace más susceptibles a las modernas formas de pesca, cuyas redes atrapan todo lo que pueden. El mal diseño de las redes de pesca, provoca que muchos animales mayores y otros peces sean atrapados, en algunas ocasiones, la mitad de la pesca es regresada al mar sin vida.

Muchas de las grandes compañías pesqueras están enfocadas a las especies forrajeras, representando un 30% de las 80 millones de toneladas de pescado que se venden anualmente. Casi 9 de cada 10 toneladas de peces forrajeros están destinadas para sacar productos secundarios de ellos, como aceites y polvo de pescado. Cerca de 6 millones de toneladas de polvo de pescado y 1 millón de toneladas de aceite son producidos año con año. Casi todo el pescado en polvo se vende como comida para peces de granja, cerdos y pollos. El aceite, es alto en omega 3, por lo que se usa como aditivo o suplemento alimenticio para humanos.

A pesar de las grandes beneficios que nos aporta el pescado, investigaciones recientes, sugieren que los peces forrajeros valen el doble vivos en el océano, que muertos en las redes. Tres cuartas partes de los 72 ecosistemas marinos en el mundo, basan más de la mitad de su dieta en estos peces. Algunos depredadores como la ballena azul, el pingüino Humboldt, el atún de aleta amarilla, entre otros, basan un 75% de su dieta en estas especies, lo que los pone en un peligro mayor.

La gran mayoría de los bancos de peces de forraje están altamente explotados y al reducirse su cantidad, se pescan ejemplares más pequeños, por lo que no se pueden reproducir. También la disminución y desaparición de muchas de las zonas de pesca ha llevado a abusos internacionales, las grandes compañías invaden territorio de países tercermundistas sin posibilidades de defensa, como África, para satisfacer la demanda.

Se dice que en 35 años las reservas pesqueras se agotarán y se colapsará este ecosistema. Es difícil pensar cómo poder rehabilitarlo ante la demanda y la población que con el tiempo aumenta. Muchos ponen como solución las granjas de peces, sin embargo, estas contaminan el agua con los desechos que se forman en la práctica y los requerimientos tanto de agua y energía siendo contraproducentes. Vamos hacia un futuro incierto y parece que hasta que no pesquemos el último pescado no nos daremos cuenta de lo que hicimos.

Por Patricia Iglesias