El suelo y la agricultura han estado íntimamente ligados a nuestro desarrollo como especie desde el principio. Los primero asentamientos humanos se dieron gracias en gran parte al conocimiento para cultivar alimentos, con estos asentamientos también se dieron las primeras grandes guerras y se abrió paso a los grandes avances tecnológicos de nuestra sociedad. La mentalidad del ser humano también cambió con la agricultura, un nuevo paradigma de dominio, control y destrucción se posó sobre la humanidad y entre los más afectados fue el mismo suelo que lo permitió todo.
El descuido en su manejo ha puesto en peligro el sustento alimentario de la humanidad, un esencial filtro de contaminación y trampa de carbono, la perfecta planta de reorganización y reciclaje, una fuente inagotable de recursos inexplorados, además de un hogar para las formas de vida más abundantes, biodiversas y antiguas del planeta. No podemos cansarnos de recordar lo vital que es el sano desarrollo de esta frágil manta para la raza humana. No podemos desistir en abogar por su conservación en todo tipo de actividades que tengan un efecto sobre su salud y de paso en la nuestra.
Los elementos para la agricultura se han ido desarrollando desde la creación del universo. En las estrellas se formaron los ingredientes de lo que hoy es el suelo, se formaron también los incontables microorganismos y minerales que lo animan. Cada microorganismo, cada piedra y cada planta tiene la memoria completa de su pasado, incluso la raza humana, que no es más que la evolución de la incesante recombinación y agrupación de estos bloques de vida. El suelo otorga a las plantas su composición química única y por ende hace lo mismo con los humanos a través de la agricultura. Nos vemos afectados por lo que comemos así como por lo que come lo que comemos.
Nuestros alimentos y por lo tanto nuestra agricultura solo son tan ricos como nuestro suelo, así como arriba es abajo, si arriba es pobre y enfermo abajo también. Las hortalizas simple y sencillamente no crean alimento de la nada, pueden hacerlo a partir de la energía del sol pero esto no es suficiente. Dependen de la vida tanto fuera como dentro de la tierra, del agua, de los árboles, de los insectos benéficos para control de plagas y polinización, de la microbiología para la obtención de nutrientes además de protección y del agricultor para su conservación. Pero a pesar de su aparente vulnerabilidad e interdependencia, las plantas también son seres extremadamente evolucionados y adaptables a su ecosistema.
La imposibilidad de moverse las obliga a formar relaciones de simbiosis con otros organismos. Por ejemplo, el micelo de un hongo se sitúa en los alrededores de la raíz y se alimenta de los exudados de la planta, que esta intercambia por protección contra depredadores como los nemátodos además de funcionar como una extensión radicular (de las raíces). El micelio es esencial para el óptimo transporte de importantes nutrientes en crisis como el fósforo a la planta, otorga mejor estructura y retención de agua, protección, además de funcionar como un medio de intercambio de información en ecosistemas maduros. Sin micelio Pero las plantas también forman relaciones de intercambio con otras plantas, con insectos, hongos, líquenes y bacteria.
Todo esto en unos frágiles centímetros de restos de materia orgánica, microorganismos y minerales. De las estrellas a nuestro estómago, mente y cuerpo a través de un milagroso proceso de evolución. Proceso que el ser humano, con la revolución de agricultura moderna, creía poder burlar con arados intensivos, sin sentido, eliminando cualquier tipo de vida a base de pesticidas, hebicidas y fungicidas. Olvidando que en el suelo se encuentra la clave para alimentos saludables, económicos y de grandísimo beneficio ecológico para toda la humanidad.
Pero no todo está perdido, el suelo, la agricultura, las plantas y los humanos tenemos un gran futuro. Las prácticas concientes, benéficas y de regeneración ecológica están poco a poco ganándole el terreno a la agricultura convencional. Prácticas como el diseño en línea clave para un manejo inteligente del agua, los microorganismo efectivos para combatir plagas, el policultivo para mantener la fertilidad, los bosques comestibles para producir más con menos, el manejo de ganado para aumentar la riqueza del suelo, la acuaponia para cuidar los recursos, en fin, un sin número de técnicas que transformarán el planeta. Técnicas que crearán más campesinos libres de deudas y del peso de maltratar la tierra, más microorganismos, insectos y animales ayudando a reconstruir el suelo, más ciudadanos interesados en una vida que apoye la regeneración del planeta y más empresas comprometidas con un cambio de hábitos de producción y consumo por el bien de todos.