La permacultura. funciona como un sistema de diseño de ecosistemas que nos permite satisfacer nuestras necesidades humanas, al mismo tiempo que ayudamos a regenerar la vida del planeta. La idea es que cualquier persona que sepa Permacultura pueda aplicar sus éticas y principios en cualquier lugar del mundo, sean cuales sean las condiciones.
Las éticas de la permacultura hablan sobre la visión que debemos tener al realizar cualquier proyecto y deben guiar cualquier diseño que hagamos, ya sea de un invernadero, un terreno, negocio o comunidad. Estas tres sencillas reglas nos enseñan la delicada interrelación de todos los elementos y pretenden poner como principal objetivo el desarrollo y mejoramiento de estas relaciones antes que el individual, ya que esto inevitablemente también resulta en el mejoramiento de nuestras vidas. A continuación ampliaremos y analizaremos cada una.
La primera ética de la permacultura es el cuidado de la tierra. Se dice fácil, pero en una sociedad experta en destrucción, es más difícil de lo que parece. Hoy en día, en una ciudad moderna es difícil hacer cualquier cosa sin que se esté contaminando algún ecosistema, el solo hecho usar Facebook contamina. Nuestros usos y costumbres están tan arraigados que el cambio se ve lejano y en extremo difícil de alcanzar. Una de las preocupaciones que más escucho de la gente que empieza en la permacultura es que parece imposible no contaminar, piensan que la única salida es regresar a la época de las cavernas.
Si bien resulta muy complicado hacer un cambio de 180 grados en nuestro estilo de vida, no es tan complicado empezar a razonar las consecuencias de nuestras acciones. El cambio primero debe de venir en nuestra manera de pensar y más tarde nos será más fácil hacer un cambio de actitud. Si bien no se puede cambiar por completo el sistema de aguas negras y grises de una casa de un día para otro, se puede investigar y aprender las técnicas que algún día harán que esto nos sea posible. La permacultura lleva tiempo, cambiar nuestra manera de pensar requiere de mucho esfuerzo y alinear nuestra manera de actuar con nuestra mente y deseos requiere de acciones concretas, que si bien son fáciles de aprender, requieren de un profundo cambio en nuestras costumbres . Es importante empezar desde hoy a investigar si tus acciones promueven el cuidado de la tierra, si no lo hacen, empieza a investigar cómo hacerlo y cuando lo aprendas, sólo hazlo.
El cuidado de la tierra es parte primordial de la permacultura pero, ¿cuánta gente no hay que protesta cualquier maltrato animal con todo el repudio de su ser, pero que deja pasar desapercibida cualquier violación a los derechos humanos? Es loable la acción de preocuparse por los animales, pero si alguien también ha sido humillado, esclavizado y violado en todo el sentido de la palabra, es el ser humano. No hablo sólo de los niños africanos llenos de moscas y con las costillas perforándoles la piel, los derechos de las clases medias y hasta de las clases altas también son violados día a día. Basta con aprender un poco sobre los venenos que contienen los alimentos “naturales” que consumimos, y qué decir de los que compramos en el súper. Por eso la segunda ética de la permacultura es el cuidado de la gente.
La era industrial y el capitalismo moderno promovieron la ley del más fuerte donde cada quien jala por su lado. Se les olvida que no sobrevive el más fuerte, sin el que mejor se adapta a las condiciones y hoy en día, la mejor manera de adaptarse al mundo que se viene, es formando relaciones comunitarias, de ayuda y dependencia con la naturaleza y otras personas. Para esto no necesitamos reglas y leyes que nos obliguen a hacerlo, si no que hay que necesitarnos realmente los unos a los otros, una visión difícil de aceptar para muchos en esta era de la individualidad. Pero esta relación de apoyo, de necesidad entre personas diferentes, es la que impulsa la transferencia de conocimiento, de tecnología y bienes que hacen posible una sociedad equitativa y saludable.
Mucha gente entra a la permacultura buscando la libertad individual, lo primero que quieren saber es cuánto terreno necesitan para poder ser completamente autosuficientes. Esta no es la idea de la permacultura, desarrollar relaciones de apoyo comunitario donde quizás lo que no puedo sembrar yo lo puedes sembrar tú, es mucho mejor, más barato y más sencillo. Contar con un respaldo de gente para solucionar cualquier problema sólo es posible si nosotros mismos podemos darle a esa gente el mismo respaldo.
Lo que nos lleva a la tercera y última ética, compartir los recursos. En un sistema diseñado para producir en abundancia como la permacultura, siempre tendremos alimento y recursos de sobra. No se trata de regalar todo lo que nos sobre, hay muchas maneras de compartir recursos con sistemas de trueque, intercambio y trabajo. Además no sólo se trata de compartir alimentos, también se trata de compartir información, asesoría, educación y todo lo que pueda apoyar a otro a desarrollarse. Esta es la manera más sencilla de empoderar a la gente, todos sabemos que no se trata de regalar pescado, se trata de enseñar a pescar.
Esta es quizás la ética que más trabajo le cuesta a las personas aceptar y cumplir, pero por lo mismo, es quizás la más importante de todas. Compartir los recursos significa primero que hay recursos en abundancia y para que haya recursos en abundancia, significa que hubo un cuidado de la tierra y un cuidado de la gente. Para hacerlo de la manera correcta hay que primero entender cuáles son nuestras necesidades básicas, así entenderemos también las necesidades básicas de los demás y podremos ayudarles a conseguirlas.
Las tres éticas de la permacultura retan nuestra manera de actuar y pensar, al actuar conforme a ellas indudablemente tendremos un mejor impacto en nuestro entorno. No debemos agobiarnos por tan gigantesca tarea, pequeños cambios hoy son grandes cambios a futuro y todos, sin excepción alguna, podemos empezar por alguna parte.
Por Javier de Cortina